Cuando nos viene a la mente la palabra empresario, inmediatamente la asociamos única y exclusivamente a aquellos seres humanos propietarios de una empresa la cual bien puede encontrarse inscrita ante la cámara de comercio o su entidad equivalente si es en otro país, ignorando una verdad fundamental y es que nosotros mismos somos una empresa cuyo principal producto en venta somos nosotros mismos.
En una cierta medida esto explica el hecho que no desarrollemos nuestro potencial, pues por el simple hecho de no vernos como empresas con una sigla S.A al final de nuestro nombre, olvidamos elementos básicos que se llevarían a cabo en otra circunstancia, por ejemplo, salvo que tengamos problemas de liquidez, es muy común bien que no diseñemos un presupuesto, o mucho menos que llevemos un control adecuado de nuestros gastos e ingresos y si lo hacemos es mas por cumplir con un requisito que por nuestra verdadera voluntad de controlar nuestro flujo de efectivo e identificar la distribución de los ingresos que percibimos mensualmente.
Otro ejemplo muy claro es el establecimiento de planes estratégicos, con la fijación de metas y objetivos, con el correspondiente seguimiento de las mismas, así como la identificación de elementos críticos de riesgo que impidan el cumplimiento de las metas y el establecimiento de planes que permitan alcanzarlas mas rápidamente, de hecho incluso usted mismo lo ha hecho, recuerde cuando compro su primer carro, cuanto tiempo previo estuvo anhelando conseguirlo, luchando por recoger e dinero para pagarlo hasta que al final cumplió su objetivo; considérese a si mismo una empresa, desarrolle planes, cuantifique riesgos, elabore presupuestos, presiónese para el logro de sus metas, diseñe un plan de mercado y porque no, un plan de negocio, posicione su propia marca personal, valórese usted mismo y convierta su ingreso potencial en un ingreso real.